martes, 16 de octubre de 2012

Crítica. Espectros de Antonin Artaud. Museo Reina Sofía.

Se podrían escribir páginas... pero
No quiero caer en repetir las mismas ideas y los mismos términos una y otra vez.
 
Una locura, aparentemente desordenada, de una complejidad conceptual impredecible… quizás ayudarían a describir la exposición de Artaud en el Reina Sofía. Pero, la verdad es, que muchas veces visitamos exposiciones incomprensiblemente (para nosotros) grandes, tremendamente complejas, en las que no podemos ni acercarnos a imaginar qué tipo de orden siguen, y que por descontado, nos parecen una locura, una marabunta irreconocible, incognoscible, inconmensurable para nosotros. Pero como he planteado al principio, la idea, en esta ocasión, no es redundar en torno a todo este, también desordenado cosmos, de términos que al final no expresan nada.
Lo cierto es, que la exposición es fácil de entender, si simplemente la recorres de arriba abajo empapándote de su esencia, porque al fin y al cabo, y tal y como aparece manifiestamente en el texto descriptivo que acompaña la muestra, la idea es reflejar la influencia de Artaud en diferentes manifestaciones artísticas de su tiempo, en torno a los años cincuenta.  Gran parte del mensaje que se lanza a través de las diferentes obras y artistas se puede interpretar y entender desde un plano intuitivo de nuestra consciencia, y en cierta medida pienso, que cuantas más vueltas se le da a la exposición, intentando encontrar un sentido claro, un objetivo determinado en su orden, más se aleja este de nosotros. La única pretensión de la muestra parece ser contrastar, y evidenciar la influencia de Artaud, al meter en un espacio unificado parte de la obra del francés, junto a otras manifestaciones contemporáneas, en las que deberíamos poder apreciar su influencia. El resultado es una exposición que puede resultar compleja, pero sólo tan compleja como queramos hacerla, puesto que el espectador es quién decide en qué modo accede a sus contenidos.
Los artistas provienen de tres panoramas diferentes: Francia, Estados Unidos y Brasil. Encontramos muy diversos medios de expresión artística. Encontramos también diferentes formas de trabajar, incluso en un mismo medio… y sin embargo sigue habiendo hilos conductores de la exposición, una serie de elementos con los que cada una de las obras expuestas tienen relación, estos son: la relación entre la obra y el espectador, la creación de un lenguaje artístico y/o visual nuevo, que dote de nuevos significados, y significantes a la obra, la relación entre el lenguaje y el cuerpo, la preocupación por las cuestiones esenciales de la vida… la preocupación por encontrar nuevos medios de expresión. En lo referente al lenguaje visual, todo esto se traduce en el empleo de signos y símbolos, también podríamos hablar de una tendencia “primitivista” en el modo de representación. Lo que a su vez nos hace plantearnos ¿qué es realmente la modernidad en el arte?
 
Victoria García

muerte y vida del lenguaje

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"Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta”
Antoine Marie Joseph Artaud comúnmente conocido como Antonin Artaud (Marsella, Francia, 4 de septiembre de 1896 - París, 4 de marzo de 1948) no contento con hacer brillantes sus obras en el mundo de la pintura; destaca también como un excelente poeta, dramaturgo, ensayista, novelista, director escénico y actor francés. No obstante, nos centraremos en esta ocasión en su obra “Lenguaje y arte en los años cincuenta” donde encontramos a un Artaud pintor junto con otra lista de artistas de su época procedentes en su mayoría de Francia, Estados Unidos y Brasil. Algunos de ellos son: Isidore Isou, Yves Klein, Serge de Turville, Guy Debord…
Este trabajo, expuesto en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, no dejará indiferente a nadie, ya sea por la rareza del lenguaje que utilizan los autores para expresar aquello que parecemos no oír con palabras, o por la falta de información producto del idioma en el que hablan los personajes de las proyecciones; francés.
Tenemos ante nosotros decenas de obras repartidas por varias salas, acompañadas siempre con un fondo de voces que hablan, como ya he mencionado anteriormente en la lengua natal de Artaud. Arranca con una pieza de audio, grabada por el propio Artaud, mientras que las siguientes salas están dedicadas al movimiento letrista, reflejado en las pinturas de estos artistas y en las proyecciones, pues se trata de películas de carácter letristas.
Esta exposición no está compuesta solo por obras de Artaud, sino también de otros artistas que están relacionados entre sí, vinculados todos ellos, a los movimientos vanguardistas de mediados del siglo XX. Podemos ver la similitud de sus composiciones, en que en todas aparecen  inscripciones no solo en alfabeto latino, sino también elementos hebreos, arábigos, chino, la primitiva escritura cuneiforma, los jeroglíficos y muchos otros signos inventados que coexisten con las letras y las palabras generakmente escritas en francés, que encontramos en las exposiciones realizadas por los propios artistas.
El fin que ha intentado buscar Antonin Artaud, es acabar con los límites del lenguaje creando un nuevo tipo de escritura en muchas ocasiones inventadas con el mero objetivo de sustituir las palabras por símbolos, figuras, dibujos etc, a lo que llamamos movimiento letrista, creado por uno de los artistas que mayor importancia tiene en esta exposición; ese es Isidore Isou. Le consideramos uno de los más importantes, pues es el pionero de este movimiento del que todos se han ayudado para crear las decenas de obras por las que nos vemos envueltos en cuanto entramos por la muerta de la sala.


Artaud y los sistemas de destrucción


Por Marcos Fernández Solís

Espectros de Artaud
Museo Reina Sofía


A las grandes guerras suelen seguir algunos años de optimismo en el bando vencedor: tras la primera guerra mundial vienen los felices años veinte; tras la segunda, los años de la verdadera era del bienestar americano, del apadrinamiento de Europa y de la nueva fe en la ciencia atómica y espacial. En este tiempo, el expresionismo abstracto y el suprematismo son aceptados y aclamados como el arte puro del momento. Pero toda corriente oficial da sombra a los ríos subterráneos que nutren el porvenir. En 1942 Isidore Isou comienza a darle vueltas al manifiesto del letrismo, cuya idea, si bien nace aparentemente lejos de la realidad a pie de trinchera de su tiempo, con los años y multitud de asociaciones artísticas toma cuerpo como fuerza transgresora y auspiciadora de la (semi)revolución social y cultural europea de los 60. La exposición del Reina Sofía retrata la expansión de la influencia letrista desde la poesía hacia otras disciplinas como la pintura, el cine o la música y la emparenta con las tesis totalizadoras y revolucionarias del gran Artaud, utilizado como punto de partida y referencia mediante dos grabaciones sonoras que abren y cierran la muestra clamando por un levantamiento de la enfermedad contra la medicina, contra una sociedad alienada y grotesca.

Isou y sus acólitos se habían encontrado con que el lenguaje estaba agotado: ya no había campo vacío que pisar; así Isou, en una de sus películas, compara su labor con la destrucción sistematizada de la belleza y “lo ordinario” por parte de Picasso en la pintura y de Alfred Jarry en la obra dramática; solo queda la crítica o la apología: la destrucción consciente de la imagen es su única capacidad de evolución. Con algunos métodos heredados del Dadá, del surrealismo y el futurismo, los letristas continuaban la cadena que llevaría al arte conceptual, pero aún con su categoría de vanguardia a la vieja usanza, buscando exhaustivamente sistematizar la representación, y con toda su férrea disciplina de movimiento con sus artistas aceptados y rechazados dentro del grupo. Entretanto, Pierre Boulez y John Cage, que se escribían de un lado al otro del Atlántico y hablaban de Artaud, parecían haber llegado a conclusiones y a necesidades similares en el campo de la música, al igual que el mismo Yves Klein o el grupo de artistas brasileños que también recoge la exposición, coetáneos de la doctora Nise da Silveira, representante allí de las nuevas ideas sobre el tratamiento de los enfermos mentales que eclosionarían en los 70, contra la psiquiatría del electroshock que Artaud sufriese. Se estaba fraguando toda una forma nueva de expresión y percepción; el mundo había caído en un orden aparente que había que dinamitar y volver a construir desde sus piezas más pequeñas, era necesario reeducar la percepción de la realidad para poder seguir adelante: nacía la revisión y la descontextualización y se inauguraba, para bien y para mal, la posmodernidad.

Al mismo tiempo, la muestra recoge un artículo simbólico: la Columbia editaba en 1958 un vinilo titulado Maurice Lemaitre présente Le Lettrisme, era el preludio del fin de uno de los últimos optimismos revolucionarios que hemos conocido, el anuncio de una era en la que lo subversivo se acabaría transformando en otro valor de venta.

Agridulce.


Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Laura Sánchez Crespo.


La exposición del Reina Sofía recopila el legado disperso en distintos países de Antonine Artaud en artistas variopintos de mediados del siglo XX, su manera de interpretar el surrealismo, el dadaísmo y el arte en sí mismo. Deja claro que la figura de Antonine Artaud con su prolífica producción en distintas facetas artísticas no pasó desapercibida, después de un profundo trabajo de investigación.
¡Y tan profundo! De hecho, no creo que se hayan dejado un rincón en el mundo sin investigar, porque la tercera planta del museo está repletita sala tras sala de cuadros, hojas, cartas, esculturas, grabaciones de voz, secuencias de fotos, fotos a secas, vídeos, películas, documentales...
En fin, que para mí, demasiada exposición.
No se trata de una queja de aburrimiento porque sí, es que no creo que semejante acumulación de arte e idiomas sea lo mejor para llegar al público, y me creo menos que alguien haya ido al Reina Sofía y en una sola tarde haya podido con Artaud y sus fantasmas. Las películas que se exponen no son cortas, y tampoco son pocas, y toda esa cantidad de textos para los que una no va normalmente preparada con diccionario ni traductor simultáneo... A mí en la segunda visita aún se me habían quedado salas por ver.
Creo que físicamente es imposible mantener un nivel de concentración e interés con el que sentirse a gusto para poder disfrutar del arte que se muestra, y que esto no es nada positivo en una exposición.

Pero por otra parte, relajando un poco mis palabras, no se puede negar la fuerza de lo que se expone.Se nos brinda la posibilidad de disfrutar con este arte provocativo y teñido de locura que lejos de desaparecer tras la II Guerra Mundial, perdura a través del tiempo; y no sólo llega a los años 50, sino que, si buscamos, también está en el arte del siglo XXI, porque una vez abiertas las puertas del subconsciente, y la locura, no hay manera de cerrarlas.
Y es que, esta no deja de ser una muestra completa, didáctica y estructurada de forma bastante coherente, por corrientes y temática artísticas, y permite un estudio detallado del arte de Artaud, y de los pedacitos que nos recuerdan a él en otros muchos artistas.
Así vemos que el lenguaje y sus símbolos cobran vida no sólo en su obra, sino también en la de Isidore Isou o Gil Wolman, que el hecho de incluir al espectador también está presente en las abruptas películas del syncinéma de Lemaître, y que el cuerpo que tanta importancia tenía para él, dibujará antropometrías de la mano de Yves Klein.
Además sí hay salas más dinámicas que las dignas de bostezo, ya bastante mencionadas, que te sorprenden y juegan con la misma incomodidad e incluso repulsión que Artaud buscaba provocar en su teatro de la crueldad.

Para quien se haya perdido, mi conclusión es que no puedo calificar Espectros de Artaud como un delito contra el interés, ni como algo completamente aburrido o excesivo, ni tampoco puedo alabar la exposición como si no hubiera visto nunca antes algo tan completo, porque  en ambos casos mentiría; así que, ante el regusto agridulce que me dejó en la boca, la única crítica posible también sabe agridulce. 

ARTAUD, EL ARTE DE-MENTE

Espectros de Artaud. Lenguaje y arte de los años cincuenta
David Arévalo

Después de haber ido a tres galerías en las que me encontré cosas que no me esperaba, pensaba que por fin vería cosas más normales, pero al entrar en la primera sala de la exposición de Artaud, me di cuenta que, como de costumbre, iba a ver algo de lo que no tenía ni idea. 
Artaud nació en Marsella, fue poeta, dramaturgo, ensayista, novelista, director escénico y actor.
Es autor de una vasta obra que explora la mayoría de los géneros literarios, utilizándolos como caminos hacia un arte absoluto y total. Ha ejercido una gran influencia en la historia del teatro mundial.

Realmente esta exposición no se centra en Artaud concretamente, sino en cómo ha influido a lo largo de los años en diferentes áreas profesionales (psicología, radio, teatro, cine, poesía, simbología) de diferentes lugares (Brasil, Francia, Estados Unidos).

La exposición en sí, no sólo son cuadros, son también audiciones y proyecciones de experimentos de personas en las que influyó Artaud. El artista francés rompe con los moldes e intenta crear algo nuevo, dar otra perspectiva a las cosas. Lo que más me gustó de la exposición fue una proyección que se veía prácticamente en negro, pero estaba subtitulado y te contaba la historia de lo que hizo Artaud en un cine. Durante la película les dijo a los espectadores de arriba que tiraran huevos a los de abajo, realmente lo que está creando con esto es un espectáculo dentro de otro espectáculo, algo que no se había hecho hasta esa época. Las diferentes proyecciones que hay te ayudan a entender un poco cómo era Artaud, y también te enseñan cómo la gente se basaba en él para hacer su trabajo.

Artaud también fue muy importante en la simbología, ya que fue el creador de su propio sistema de escritura. Era capaz de coger una poesía y traducirla a su lenguaje, era realmente lo que él hacía, ponía los símbolos tal y como él creía que eran.

Para mí este autor representa claramente las dos caras de la moneda, un genio increíble con grandes capacidades para cubrir muchos campos, y a la vez un pobre loco que estuvo internado en psiquiátricos, pero fue debido a la vida que tuvo, siendo pequeño se murió su hermana, tuvo una meningitis que lo perjudicó para el resto de su vida, tuvo crisis depresivas, en el manicomio le trataban con terapias electroconvulsivas..., todo esto el cuerpo no es capaz de aguantarlo, y después acabas demente perdido, aunque es curioso que después de todo esto siguiera aún innovando.

Fue todo un ejemplo en las vanguardias de mitad del siglo XX, y sirvió de base para muchos autores como John Cage, Lygia Clark, Gullar, etc.

La exposición creo que está un poco mezclada, no sigue una línea de tiempo, y los temas están muy juntos y hay veces que sientes que no sabes realmente en qué sala estás, y de que trata lo que estás viendo.

En resumen, para entender a Artaud creo que se necesita tiempo y paciencia, es un autor muy complicado debido a todos los temas que abarca, y la manera en que lo hace.

Disidencia como estilo de vida


Andrea Sanz Sáez

Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia

Durante estos días el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia nos ofrece una exposición en la que podemos ver la influencia que dejó Artaud en el arte del siglo XX. Todos hablan de Duchamp, como padrino de lo contemporáneo y sus ready-made; la descontextualización que estos objetos sufrieron fue lo que impactó, asombró y a la vez apartó al espectador (tal y como puede suceder en la actualidad), pero lo cierto es que pocas obras permanecen hoy en día en su contexto y realizando su función original. 

Sin entender el entorno de lo expuesto podríamos tachar a los artistas y su arte de raros, locos o enfermos. Sin embargo, una verdad irrefutable es que llegan tras los vanguardistas, creídos capaces de transformar el mundo; después de una cruenta guerra, la cual descompuso todos esos esquemas que los genios de las primeras décadas del siglo XX tenían sobre la moral y las capacidades del ser humano. Coetáneos como fueron a los creadores neodadaistas, nuestros contribuyentes "artaudianos" no tuvieron la repercusión mediática como la que pudo tener el austriaco Felix Baumgartner el pasado domingo, siendo esta comparación una hipérbole y posiblemente odiosa para algunos, pero lo cierto es que Baumgartner se sintió igual de pequeño que los artistas de los años cincuenta.

Artaud dejó sobretodo su huella en el teatro, a través de sus teorías; en la poesía, con el letrismo; y también en cine, pintura y radio. En esta muestra observamos el legado de tres áreas primordiales: Francia, Estados Unidos y Brasil; la disposición y el reparto de las obras en estancias coincide con esta diferenciación entre nacionalidades. Todo ello gracias a artistas visuales, poetas, escritores y compositores.               

Cuando nos disponemos a ver la exposición, somos invadidos por una oleada de frustración, agobio y quizá desconcierto; tal y como los hombres de la caverna de Platón experimentaron al percibir la realidad y el engaño en el que estuvieron sometidos. Más tarde, comienzas a comprender todo aquello. Lo que son esas películas infernales sin coherencia ni sentido alguno entre imagen, sonido y significado; esos textos incongruentes con una simbiosis entre letra y dibujo; esas pinturas partidas que, por más que busquemos, no dicen nada. Es una vuelta al primitivismo, ansia por deshacer todo lo creado por la mano humana, vuelta por tanto a un arte que nos recuerda a los 'monigotes' discretos de Albarracín. Todo por romper con esquemas establecidos, ruptura o unión entre el ingenio del arte y lo bello de la vida.

Se busca, por otro lado, la inmersión del espectador en la obra. La obra en sí no es el resultado, sino el proceso; es donde entra el espectáculo. Casi al final del recorrido, observamos una reconstrucción del que pudo ser el primer happening de la historia, se trata de Theatre Piece #1 de Cage. En él, encontramos por ejemplo, un proyector con diapositivas en blanco esperando a que nosotros mismos las rellenemos, mientras que sentados miramos hacia a otro lado. 

Por último y como apéndice, se hace referencia al movimiento antipsiquiátrico que surgió por parte de los letristas colegas de Artaud, pues éste estuvo ingresado varios años a pesar de su clara opinión: "He estado enfermo toda mi vida y no pido más que seguir estándolo" o "Curar una enfermedad es criminal". 

VIAJE AL FERVIENTE HIPOCAMPO


por Estefanía Pinochet

‘Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta’
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid


Abróchense los cinturones, disfruten del viaje trasatlántico multi-sensorial por la vehemencia y desconstrucción de la mente atormentada y el legado de Antonin Artaud. Exposición que se va tejiendo con las agujas de artistas influenciados por él, siendo los hilos conductores su suplicio psíquico y sus movimientos artísticos.
Para poder entender la influencia sobre los artistas expuestos debemos conocer a este marsellés nacido en 1896. Antonin Artaud, enfermó de meningitis desde su más tierna infancia. Víctima tanto de su mente enferma como de los adictivos medicamentos que se le administraron. Aborreció la psiquiatría y la iglesia, sin embargo era creyente y detestaba su ser sexual.
Envuelto en un constante oxímoron, fue precisamente el hidrato de cloral lo que le llevó a la tumba después de nueve agónicos años internado en instituciones psiquiátricas por depresión. Paradójicamente, fueron estos años los que le brindaron su mejor poesía ya que obvió la idea de la poética como enunciado cerrado y pudo expresar todas sus necesidades imaginativas. Rompiendo una cárcel mental a falta de poder fugarse físicamente.
Artaud utilizó varios medios: cine, radio, dibujo, poesía y teatro. Casi toda su obra fue surrealista, siendo el Théâtre de la Cruauté (Teatro de la Crueldad) su rama teórica más célebre. Ésta fue una clara influencia en Isidore Isou, creador del ‘letrismo’ – movimiento que desintegra todo hasta su más mínima expresión, el quark del significado que compone la constelación. Caracteres, letras, símbolos, significados gráficos, jeroglíficos se funden entre sí rompiendo también todo marco que les pueda contener. Llamar a un letrista, expresionista era considerado el más ruin de los insultos.

Salas blancas se van oscureciendo hasta volverse absolutamente negras mientras se exponen óleos, dibujos, páginas de revista, cartas, sonidos y películas de Isou, Gil Wolman, Alfred Jarry, François Dufrêne, Maurice Lemaître, Jean-Louis Brau, con los del mismo Artaud.  A medida que nos adentramos e igual que la blanca luna llena da paso a una oscura luna nueva, las salas van menguando su contenido físico para despertar los cinco, o seis, sentidos en una vorágine cónica de emo-sensaciones liberadas de molduras que nos acercan más al cogollo de una mente ¿lunática?
L’anticoncepte de Wolman destaca de forma especial siendo una sala que guía a otras donde un globo sonda sirve de pantalla a una insólita película trifásica. Globo a modo de glándula, nos encontramos en el centro del cerebro, con la opción de navegar hacia nuevos lóbulos, perdón salas. Volvemos a romper el marco, tenemos la posibilidad de pasar a una blanca sala “convencional” nuevamente.
Espectros de Artaud, es un largo viaje digno de recorrerse. Exposición magistralmente planteada donde se rasga el envase continuamente, siendo para mí la epítome de este quiebre algo que sólo podremos saborear a medias: Le film est déjà commencé de Lemaître. Película que podremos ver en esta exposición, pero que en su estreno parisino de 1951 Lamaître proyectó intencionadamente una hora tarde y al comenzar lanzó hielo y sacudió alfombras polvorientas sobre los espectadores, trascendiendo el último molde.


La enfermedad como creadora de arte


“La enfermedad como creadora de arte”
“Espectros de Artaud. Lenguaje y arte de los años cincuenta” Museo Reina Sofía (Madrid) Almudena Donoso Carrascosa


En Madrid, el museo Reina Sofía, nos presenta la exposición “Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta”.

La vida del artista francés Antonin Artaud (1896 – 1948), no fue precisamente fácil.
Siendo muy pequeño, tuvo numerosos problemas de salud que le causaron un dolor físico y una paranoia permanente, obligándole a ingresar con frecuencia en sanatorios mentales. La muerte de su hermana y otras dificultades, fueron las piedras que finalmente lo hundieron en un pozo de depresión y crisis nerviosas, del que nunca conseguiría salir.



Es un autor muy polifacético: actor, poeta, ensayista, director escénico… Heredero del dadaísmo y perteneciente al movimiento vanguardista. Es también el creador del “Teatro de la Crueldad” y todo lo referente al teatro de lo absurdo. Muy influenciado por el teatro balinés. 

Ha sido estudiado profundamente en teatro, pero la rama de las artes plásticas y la poesía han pasado más por alto, dado que otros autores de la época han tenido mayor importancia que él (como el caso del francés Marcel Duchamp).

Poniéndonos en situación con esta pequeña introducción, conociendo los antecedentes, la vida y las influencias de Artaud,  podemos, ahora sí, intentar comprender y sacar conclusiones esta exposición, formada por los “espectros” o herederos de su estilo a mediados del siglo XX. Principalmente son de tres nacionalidades: francesa, portuguesa y estadounidense, aunque también hay obras de otros autores pertenecientes a países como Alemania. 

Como espectador, el primer sentimiento que se presenta es, la confusión. Textos representados con figuras geométricas, garabatos... Cuadros formados en su totalidad por letras… Películas, de corta duración en la mayoría de los casos, en las cuales resaltan más los sonidos que la propia imagen en movimiento. Representaciones de la música, la danza… a través de la imagen. Recortes sin un tema común aparentemente, formando collages.
Todo esto, es algo que se sale de lo común y cuesta entender.

Con este estilo a la hora de representar la pintura, el cine, la música y la literatura, con unas fronteras tan difuminadas entre unos y otros, lo único que encontramos en ellas en común es una cosa: el intento o la obsesión de todos los artistas por romper los límites del lenguaje. Por crear un “idioma propio”.

El decorado que envuelve a todas las obras, ayuda a ambientar toda esta situación de caos y ruptura: Tras unas grandes salas grandes e iluminadas en las cuales nos presentan numerosas obras, entramos en unas habitaciones pequeñas, prácticamente oscuras en las que hay vídeos de corta duración o  reproducciones sonoras de poemas. Aparentemente es el final de la exposición. Pero siempre hay algo más allá. 

Tras ver esto, cualquiera se puede plantear unas preguntas ¿Dónde está el límite del arte? ¿Qué queda aún por venir?




L'enfant terrible

Antonin Artaud.
Espectros de Artaud, lenguaje y arte en los años cincuenta.


Cristina Salcedo Solís



“No ha quedado demostrado, ni mucho menos, que el lenguaje de las palabras sea el mejor posible”
Antoine Marie Joseph Artaud, más conocido como Antonin Artaud, fue un poeta, dramaturgo, ensayista, novelista, director escénico y actor francés.
No es de extrañar que siendo un artista tan polifacético su obra Espectros de Artaud deje entrever corrientes y tendencias de lo más variopintas, aunque la obra se encuentra perfectamente contextualizada en pos de comprender las neovanguardias de posguerra.
Expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, su obra se sirve de diversos medios, como la pintura, la música, el cine y la poesía para expresar un deseo concreto: el deseo de trascender las fronteras del lenguaje, empresa que el artista ya llevó a cabo en vida y que se ve reflejada con más o menos precisión en otros artistas influidos por Artaud y que también tienen cabida en la exposición, pues ésta intenta demostrar y retratar dicha influencia.  Hablamos, por ejemplo, de Gil Colman, Isidoro Isou, Guy Debord, Robert Rauschenbero, John Cage y Lygia Clark, entre otros.
Como suele decirse, la obra posee el poder de encandilar o de horripilar, pero, desde luego, no dejará indiferente a nadie.
Al entrar, y antes de ver nada, ya podemos escuchar. Francés, es alguien hablando en francés. Por fin te adentras en la primera estancia y ves una gran pantalla, proyectores. Pero no es la única, pues la exposición cuenta con numerosas salas y en muchas de ellas se están proyectando películas que llegan a la hora de duración. Múltiples obras de expresión dadaísta y surrealista, además de los escritos, libros, que Artaud escribió.
El ejercicio del oído esta asegurado. Probablemente esto es lo que más llamó mi atención. Escuchar sonidos absolutamente ininteligibles no es plato de buen gusto para nadie, de hecho llamarlos sonidos quizá sea excesivo. Ruidos. Sentado en un cómodo sofá que recorre una sala tenebrosamente oscura, debes ir probando una serie de auriculares que reproducen audiciones diferentes. En el primero que yo escuché, solo se trataba de una voz bastante peculiar hablando en francés (cabe decir que es bastante recomendable tener nociones de este idioma para entender gran parte de lo que allí encontraremos), en el siguiente, creo recordar que llegué a experimentar alguna clase de espasmo, susto, ya que se trataba de gritos. Gritos sin más. Nada que destacar.
La oscuridad, como vengo comprobando desde hace ya tiempo (nunca me había parado a pensar en algo así, aunque es de sobra conocido y no voy a revelar un gran secreto) es un socorrido recurso que apaga algunos sentidos para dar prioridad a otros. Esta técnica es muy utilizada en la exposición que nos ocupa, y verdaderamente, funciona. Cuando estás rodeado de nada, no ves nada, no hueles ni tocas nada, evidentemente tu sentido auditivo va a experimentar los sonidos con muchísima más intensidad. No es tanto lo que escuchas sino cómo lo escuchas lo que yo destacaría de estas experiencias cacofónicas.
En conclusión, se trata de una obra que trata muchos palos, ramas y tendencias que muestra la experimentación con el lenguaje y la vida de artistas venidos de varias partes del mundo, por lo que el contexto y marco puede cambiar radicalmente, abrir la mente y engrosar nuestros conocimientos con facilidad. La indiferencia, como ya mencioné, no entra en el menú del día. Recomendable…pero estudien francés.