Daniel Casasola Bel
Nature morte. Charles Sandison. Galería Max estrella.
Al entrar en
las salas de la galería Max Estrella, uno se queda fascinado con los preciosos
efectos coloristas y efectistas que se proyectan en las paredes del local. Se
trata de efectos lumínicos formados por palabras de colores en movimiento acompañadas
en ocasiones de rayas, puntos o signos de puntuación describiendo distintas
formas, formando distintas figuras o incluso formando distintas palabras, pero
no hemos de olvidar al verlas que se trata de efectos producidos por un
programa de ordenador creado por el propio Sandison para crear estos efectos
lumínicos.
Antes de
criticar sin más la falta de originalidad y la sensación de estafa que genera
ver una obra creada por un ordenador y no por una persona hay que tener en
cuenta que toda la obra tiene un sentido que va más allá de los simples efectos
de palabras en movimiento sin aparente relación, un significado que, para mí,
es lo único que salva a la obra de ser denominada un fraude.
Se trata de
una profunda reflexión sobre el lenguaje y su importancia en la evolución
social y cultural del ser humano. En relación a esto Sandison coloca en una de
sus obras las palabras que preceden a los puntos y aparte del libro de “la
evolución de las especies” de Darwin, queriendo hacer ver al espectador la
importancia del lenguaje en la evolución humana y haciéndole reflexionar sobre
el verdadero papel de éste como protagonista de la vida del ser humano, de su
facultad de relacionarse con los demás y de expresar sus propios sentimientos y
estados de ánimo y como motor del progreso cultural que distancia al ser humano
de los demás animales de la tierra.
Y una vez
expuesta la importancia que tiene la obra en relación a lo que quiere
significar, nos encontramos con una obra que, desde mi punto de vista, se salta
uno de los preceptos básicos de todo lo que uno puede llegar a llamar obra de
arte, que es la originalidad.
Tras ver
esta obra completa, pensé en si podíamos llamar realmente arte a algo creado por
un ordenador y no por una persona. Por mucho que la persona haya creado dicho
programa o haya meditado mucho sobre el significado de lo que el programa crea,
no es la persona, sino el programa el que termina por hacer la obra y por tanto
pese a que el ordenador no es un ente pensante ¿a quién debemos darle la
autoría real del producto que sale del ordenador y que contemplamos en las
proyecciones?
Es, por
tanto, para mí, demasiado llamar obra de arte a esta creación. Se trata, sin
embargo, de una profunda reflexión sobre el idioma mediante un producto
informático que carece de sentido artístico y no por la obra en sí, sino por el
simple hecho de no ser obra del ser humano, al igual que no llamaríamos arte a
los dibujos que pudiera hacer un mono por mucho que reflexionáramos sobre el
resultado de su creación o por mucho que mediante aprendizaje le hubiéramos
intentado enseñar pautas para el dibujo.
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