lunes, 15 de octubre de 2012

Toda locura tiene sus Espectros


Toda locura tiene sus Espectros

Krishna Soto

El famoso Museo Reina Sofía de Madrid abre sus puertas a una serie de colecciones que están vinculados a los movimientos vanguardistas del siglo XX. La exposición que nos interesa ver se llama “Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta”, cuyo autor es Antonin Artaud, un poeta y dramaturgo francés nacido en Marsella en 1896 y que murió en un asilo en 1948. La vida de Artaud se verá muy marcada desde pequeño por sus cambios de comportamiento, su paranoia aguda y sus continuas visitas a sanatorios. Se podría decir que esto influyó notablemente en su expresión artística. Este artista polifacético fue destacado como un intelectual surrealista y loco, aunque no fuese tan importante como otros artistas del surrealismo del siglo XX (Max Ernst, por ejemplo).

Se sabe que en 1936 Antonin Artaud, aparte de interesarse por lo que se denomina “magia negra”, se interesó por la convivencia con los indios Tarahumaras en México. Esto será una parte importante para entender su estilo artístico, ya que hay obras suyas, precisamente expuestas en su exposición actual, que recuerdan a los símbolos figurativos mexicanos, brasileños o incluso recuerdan a las figuras alargadas del arte hawaiano. No solo recuerda a esos estilos por sus formas sino también por sus colores llamativos (en alguna de sus obras) como el rojo, el amarillo o el verde chillón. Sus primeros cuadros en la exposición son de una influencia vanguardista y tal vez, de un estilo americano, ya que imitan las viñetas típicas de un cómic antiguo (hombre conduciendo en un coche con sus respectivos bocadillos) o a carteles de publicidad de la época. También llama la atención que en sus primeras obras Artaud muestre lo que es un alfabeto (posiblemente) inventado por él mismo. Se ve claro el alfabeto con sus respectivos símbolos y su empeño en traducir cada signo, quizás para que pongamos interés en lo que quieren decir sus obras, el mensaje que puedan decirnos, por muy confuso o “delirante” que pueda resultar.

 Hay una serie de cuadros ordenados en la exposición, de tamaño pequeño, en el que el color apenas predomina. Cuando los miras parece que se trate de un juego de mesa con símbolos que se repiten cuyo resultado será difuso. En alguno de ellos si juntas los signos forman una figura humana, en otros no. No toda la exposición de Artaud son pinturas o documentos en los que se basó; también hay material sonoro, en donde se refleja su posible malestar hacia los sanatorios y su sentimiento de incomprensión, y audiovisual, en los que se aprecia su panorama artístico contemporáneo.

En conjunto, la exposición resulta curiosa, llamativa y en ocasiones, incomprensible y confusa, pero es de suponer que ese sería el resultado de una mente intelectual con matices paranoides. Artaud, a su manera, quiere ir más allá de los límites del lenguaje y sólo por esa razón merece la pena saber de qué manera lo hace porque ¿Quién no ha sentido esos “espectros” alguna vez en momentos de locura?

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