Toda
locura tiene sus Espectros
Krishna
Soto
El
famoso Museo Reina Sofía de Madrid abre sus puertas a una serie de colecciones
que están vinculados a los movimientos vanguardistas del siglo XX. La
exposición que nos interesa ver se llama “Espectros
de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta”, cuyo autor es Antonin
Artaud, un poeta y dramaturgo francés nacido en Marsella en 1896 y que murió en
un asilo en 1948. La vida de Artaud se verá muy marcada desde pequeño por sus
cambios de comportamiento, su paranoia aguda y sus continuas visitas a
sanatorios. Se podría decir que esto influyó notablemente en su expresión
artística. Este artista polifacético fue destacado como un intelectual
surrealista y loco, aunque no fuese tan importante como otros artistas del
surrealismo del siglo XX (Max Ernst, por ejemplo).
Se
sabe que en 1936 Antonin Artaud, aparte de interesarse por lo que se denomina
“magia negra”, se interesó por la convivencia con los indios Tarahumaras en
México. Esto será una parte importante para entender su estilo artístico, ya
que hay obras suyas, precisamente expuestas en su exposición actual, que
recuerdan a los símbolos figurativos mexicanos, brasileños o incluso recuerdan
a las figuras alargadas del arte hawaiano. No solo recuerda a esos estilos por
sus formas sino también por sus colores llamativos (en alguna de sus obras)
como el rojo, el amarillo o el verde chillón. Sus primeros cuadros en la
exposición son de una influencia vanguardista y tal vez, de un estilo
americano, ya que imitan las viñetas típicas de un cómic antiguo (hombre
conduciendo en un coche con sus respectivos bocadillos) o a carteles de
publicidad de la época. También llama la atención que en sus primeras obras
Artaud muestre lo que es un alfabeto (posiblemente) inventado por él mismo. Se
ve claro el alfabeto con sus respectivos símbolos y su empeño en traducir cada
signo, quizás para que pongamos interés en lo que quieren decir sus obras, el
mensaje que puedan decirnos, por muy confuso o “delirante” que pueda resultar.
Hay una serie de cuadros ordenados en la
exposición, de tamaño pequeño, en el que el color apenas predomina. Cuando los miras
parece que se trate de un juego de mesa con símbolos que se repiten cuyo
resultado será difuso. En alguno de ellos si juntas los signos forman una
figura humana, en otros no. No toda la exposición de Artaud son pinturas o
documentos en los que se basó; también hay material sonoro, en donde se refleja
su posible malestar hacia los sanatorios y su sentimiento de incomprensión, y
audiovisual, en los que se aprecia su panorama artístico contemporáneo.
En
conjunto, la exposición resulta curiosa, llamativa y en ocasiones,
incomprensible y confusa, pero es de suponer que ese sería el resultado de una
mente intelectual con matices paranoides. Artaud, a su manera, quiere ir más
allá de los límites del lenguaje y sólo por esa razón merece la pena saber de
qué manera lo hace porque ¿Quién no ha sentido esos “espectros” alguna vez en
momentos de locura?
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