martes, 16 de octubre de 2012

VIAJE AL FERVIENTE HIPOCAMPO


por Estefanía Pinochet

‘Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta’
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid


Abróchense los cinturones, disfruten del viaje trasatlántico multi-sensorial por la vehemencia y desconstrucción de la mente atormentada y el legado de Antonin Artaud. Exposición que se va tejiendo con las agujas de artistas influenciados por él, siendo los hilos conductores su suplicio psíquico y sus movimientos artísticos.
Para poder entender la influencia sobre los artistas expuestos debemos conocer a este marsellés nacido en 1896. Antonin Artaud, enfermó de meningitis desde su más tierna infancia. Víctima tanto de su mente enferma como de los adictivos medicamentos que se le administraron. Aborreció la psiquiatría y la iglesia, sin embargo era creyente y detestaba su ser sexual.
Envuelto en un constante oxímoron, fue precisamente el hidrato de cloral lo que le llevó a la tumba después de nueve agónicos años internado en instituciones psiquiátricas por depresión. Paradójicamente, fueron estos años los que le brindaron su mejor poesía ya que obvió la idea de la poética como enunciado cerrado y pudo expresar todas sus necesidades imaginativas. Rompiendo una cárcel mental a falta de poder fugarse físicamente.
Artaud utilizó varios medios: cine, radio, dibujo, poesía y teatro. Casi toda su obra fue surrealista, siendo el Théâtre de la Cruauté (Teatro de la Crueldad) su rama teórica más célebre. Ésta fue una clara influencia en Isidore Isou, creador del ‘letrismo’ – movimiento que desintegra todo hasta su más mínima expresión, el quark del significado que compone la constelación. Caracteres, letras, símbolos, significados gráficos, jeroglíficos se funden entre sí rompiendo también todo marco que les pueda contener. Llamar a un letrista, expresionista era considerado el más ruin de los insultos.

Salas blancas se van oscureciendo hasta volverse absolutamente negras mientras se exponen óleos, dibujos, páginas de revista, cartas, sonidos y películas de Isou, Gil Wolman, Alfred Jarry, François Dufrêne, Maurice Lemaître, Jean-Louis Brau, con los del mismo Artaud.  A medida que nos adentramos e igual que la blanca luna llena da paso a una oscura luna nueva, las salas van menguando su contenido físico para despertar los cinco, o seis, sentidos en una vorágine cónica de emo-sensaciones liberadas de molduras que nos acercan más al cogollo de una mente ¿lunática?
L’anticoncepte de Wolman destaca de forma especial siendo una sala que guía a otras donde un globo sonda sirve de pantalla a una insólita película trifásica. Globo a modo de glándula, nos encontramos en el centro del cerebro, con la opción de navegar hacia nuevos lóbulos, perdón salas. Volvemos a romper el marco, tenemos la posibilidad de pasar a una blanca sala “convencional” nuevamente.
Espectros de Artaud, es un largo viaje digno de recorrerse. Exposición magistralmente planteada donde se rasga el envase continuamente, siendo para mí la epítome de este quiebre algo que sólo podremos saborear a medias: Le film est déjà commencé de Lemaître. Película que podremos ver en esta exposición, pero que en su estreno parisino de 1951 Lamaître proyectó intencionadamente una hora tarde y al comenzar lanzó hielo y sacudió alfombras polvorientas sobre los espectadores, trascendiendo el último molde.


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