viernes, 5 de octubre de 2012

¿Naturaleza muerta?


Irene García Real.
En estos tiempos que vivimos, y acostumbrados al ritmo rápido y estresante de la ciudad, a veces la desconexión es difícil, pero no imposible: la galería Max Estrella, en Madrid, con la actual exposición de Charles Sandison, Nature Morte, nos brinda la oportunidad de disfrutar de un festival de color en movimiento, en el que es posible, incluso, formar parte de la obra.
Sandison, con sus cuatro piezas, es capaz de hipnotizar al espectador con el movimiento de palabras, símbolos y números, luces y colores, creando un arco iris de simbología y sensaciones, y dando la oportunidad de meditar sobre algunos temas.
No es usual que el espectador interactúe con el arte de modo que pueda sentirse un ingrediente más en la obra, que ésta varíe según sus  movimientos, que lo envuelva y se deslice sobre él.   Y esto es lo que consigue el autor al crear una proyección basada en palabras que serpentean  y motas blancas que danzan por toda la sala, a la que es posible acceder,  y disfrutar de una noche de estrellas en medio del campo. Sólo falta el sonido de los grillos para completar esa ilusión. Pero no solo es eso: en esta obra, The Birth of the Language, el autor encierra el texto completo del Origen de las Especies de Darwin. ¿Qué pensaría éste si hubiera visto su obra representada de esta manera?
Las  obras son capaces también de llegar a la parte más profunda y filosófica del ser humano, animándolo a indagar y observar atentamente aquella proyección en la que un puñado de palabras pasa  a formar una calavera, para permanecer así durante unos segundos, luego dispersarse y volver a repetir de nuevo todo el proceso, que es  también el del propio curso de la vida, que se genera y degenera constantemente, pero manteniendo, a pesar de todo, la magia y esencia de ésta.
Y bien, ¿qué sentido podría dársele a esta obra? El propio del arte conceptual, movimiento  que da más importancia al mensaje que a la belleza física de la obra, tratando de no dejar indiferente al espectador e intentando provocar en él alguna reacción que lo anime a meditar o simplemente a sentir. Y esto es lo que consigue Sandison cuando, al contemplar sus  proyecciones  sentimos la necesidad de llegar más allá de la propia composición y descifrar el significado real del conjunto. Nos quedamos parados  leyendo las palabras que aparecen  y desaparecen, como embobados, tratando de descifrar lo que representan, y a través de ellas el mundo con el que nos conectan.  
Cierto es, que tanto si se llega al fondo del asunto, como si no, el artista no deja hueco a la indiferencia, debido al huracán de luz y color, y  aunque no se llegue al fundamento real de la obra, deja huella en nuestra memoria.
En conclusión, no es necesario complicarse la vida demasiado para transmitir una idea o un conjunto de sentimientos a través del arte. Sólo es necesario tener imaginación. Y que alguien, al contemplar la obra, se sienta conmovido.

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