martes, 16 de octubre de 2012

L'enfant terrible

Antonin Artaud.
Espectros de Artaud, lenguaje y arte en los años cincuenta.


Cristina Salcedo Solís



“No ha quedado demostrado, ni mucho menos, que el lenguaje de las palabras sea el mejor posible”
Antoine Marie Joseph Artaud, más conocido como Antonin Artaud, fue un poeta, dramaturgo, ensayista, novelista, director escénico y actor francés.
No es de extrañar que siendo un artista tan polifacético su obra Espectros de Artaud deje entrever corrientes y tendencias de lo más variopintas, aunque la obra se encuentra perfectamente contextualizada en pos de comprender las neovanguardias de posguerra.
Expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, su obra se sirve de diversos medios, como la pintura, la música, el cine y la poesía para expresar un deseo concreto: el deseo de trascender las fronteras del lenguaje, empresa que el artista ya llevó a cabo en vida y que se ve reflejada con más o menos precisión en otros artistas influidos por Artaud y que también tienen cabida en la exposición, pues ésta intenta demostrar y retratar dicha influencia.  Hablamos, por ejemplo, de Gil Colman, Isidoro Isou, Guy Debord, Robert Rauschenbero, John Cage y Lygia Clark, entre otros.
Como suele decirse, la obra posee el poder de encandilar o de horripilar, pero, desde luego, no dejará indiferente a nadie.
Al entrar, y antes de ver nada, ya podemos escuchar. Francés, es alguien hablando en francés. Por fin te adentras en la primera estancia y ves una gran pantalla, proyectores. Pero no es la única, pues la exposición cuenta con numerosas salas y en muchas de ellas se están proyectando películas que llegan a la hora de duración. Múltiples obras de expresión dadaísta y surrealista, además de los escritos, libros, que Artaud escribió.
El ejercicio del oído esta asegurado. Probablemente esto es lo que más llamó mi atención. Escuchar sonidos absolutamente ininteligibles no es plato de buen gusto para nadie, de hecho llamarlos sonidos quizá sea excesivo. Ruidos. Sentado en un cómodo sofá que recorre una sala tenebrosamente oscura, debes ir probando una serie de auriculares que reproducen audiciones diferentes. En el primero que yo escuché, solo se trataba de una voz bastante peculiar hablando en francés (cabe decir que es bastante recomendable tener nociones de este idioma para entender gran parte de lo que allí encontraremos), en el siguiente, creo recordar que llegué a experimentar alguna clase de espasmo, susto, ya que se trataba de gritos. Gritos sin más. Nada que destacar.
La oscuridad, como vengo comprobando desde hace ya tiempo (nunca me había parado a pensar en algo así, aunque es de sobra conocido y no voy a revelar un gran secreto) es un socorrido recurso que apaga algunos sentidos para dar prioridad a otros. Esta técnica es muy utilizada en la exposición que nos ocupa, y verdaderamente, funciona. Cuando estás rodeado de nada, no ves nada, no hueles ni tocas nada, evidentemente tu sentido auditivo va a experimentar los sonidos con muchísima más intensidad. No es tanto lo que escuchas sino cómo lo escuchas lo que yo destacaría de estas experiencias cacofónicas.
En conclusión, se trata de una obra que trata muchos palos, ramas y tendencias que muestra la experimentación con el lenguaje y la vida de artistas venidos de varias partes del mundo, por lo que el contexto y marco puede cambiar radicalmente, abrir la mente y engrosar nuestros conocimientos con facilidad. La indiferencia, como ya mencioné, no entra en el menú del día. Recomendable…pero estudien francés.

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