Espectros de Artaud, lenguaje y arte en los años cincuenta.
Cristina Salcedo Solís
“No ha quedado demostrado, ni mucho menos, que el lenguaje
de las palabras sea el mejor posible”
Antoine Marie Joseph Artaud, más conocido como Antonin
Artaud, fue un poeta, dramaturgo, ensayista, novelista, director escénico y
actor francés.
No es de extrañar que siendo un artista tan polifacético su
obra Espectros de Artaud deje
entrever corrientes y tendencias de lo más variopintas, aunque la obra se
encuentra perfectamente contextualizada en pos de comprender las neovanguardias
de posguerra.
Expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, su
obra se sirve de diversos medios, como la pintura, la música, el cine y la poesía
para expresar un deseo concreto: el deseo de trascender las fronteras del
lenguaje, empresa que el artista ya llevó a cabo en vida y que se ve reflejada
con más o menos precisión en otros artistas influidos por Artaud y que también
tienen cabida en la exposición, pues ésta intenta demostrar y retratar dicha
influencia. Hablamos, por ejemplo, de
Gil Colman, Isidoro Isou, Guy Debord, Robert Rauschenbero, John Cage y Lygia
Clark, entre otros.
Como suele decirse, la obra posee el poder de encandilar o
de horripilar, pero, desde luego, no dejará indiferente a nadie.
Al entrar, y antes de ver nada, ya podemos escuchar. Francés,
es alguien hablando en francés. Por fin te adentras en la primera estancia y
ves una gran pantalla, proyectores. Pero no es la única, pues la exposición
cuenta con numerosas salas y en muchas de ellas se están proyectando películas
que llegan a la hora de duración. Múltiples obras de expresión dadaísta y
surrealista, además de los escritos, libros, que Artaud escribió.
El ejercicio del oído esta asegurado. Probablemente esto es
lo que más llamó mi atención. Escuchar sonidos absolutamente ininteligibles no
es plato de buen gusto para nadie, de hecho llamarlos sonidos quizá sea excesivo.
Ruidos. Sentado en un cómodo sofá que recorre una sala tenebrosamente oscura,
debes ir probando una serie de auriculares que reproducen audiciones
diferentes. En el primero que yo escuché, solo se trataba de una voz bastante
peculiar hablando en francés (cabe decir que es bastante recomendable tener
nociones de este idioma para entender gran parte de lo que allí encontraremos),
en el siguiente, creo recordar que llegué a experimentar alguna clase de
espasmo, susto, ya que se trataba de gritos. Gritos sin más. Nada que destacar.
La oscuridad, como vengo comprobando desde hace ya tiempo
(nunca me había parado a pensar en algo así, aunque es de sobra conocido y no
voy a revelar un gran secreto) es un socorrido recurso que apaga algunos sentidos
para dar prioridad a otros. Esta técnica es muy utilizada en la exposición que
nos ocupa, y verdaderamente, funciona. Cuando estás rodeado de nada, no ves
nada, no hueles ni tocas nada, evidentemente tu sentido auditivo va a
experimentar los sonidos con muchísima más intensidad. No es tanto lo que
escuchas sino cómo lo escuchas lo que yo destacaría de estas experiencias cacofónicas.
En conclusión, se trata de una obra que trata muchos palos,
ramas y tendencias que muestra la experimentación con el lenguaje y la vida de artistas venidos
de varias partes del mundo, por lo que el contexto y marco puede cambiar
radicalmente, abrir la mente y engrosar nuestros conocimientos con facilidad. La
indiferencia, como ya mencioné, no entra en el menú del día. Recomendable…pero
estudien francés.
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