martes, 9 de octubre de 2012

Un organismo parlante


Laura Sánchez Crespo.
Nature Morte. Charles Sandison. Galería Max Estrella, Madrid.

El terrible problema del arte contemporáneo, la incomprensión por parte del público, es algo que se cura abriéndose a él, y después educando la mirada.
Pero hasta entonces, tampoco se puede negar que sin más esfuerzo que el de entrar en la galería, hay obras de arte que saben ganarse al visitante.
Este es el caso de Nature Morte, de Charles Sandison, cuyo silencioso baile de palabras al formarse y deshacerse, al juntarse y separarse dentro de un mar de píxeles, ya nos sumerge en una atmósfera envolvente, tranquila y clara, que invita a la reflexión y que, si nos negamos a tanto, obliga por lo menos al ensimismamiento. 

Todos los recovecos de la galería acogen los juegos de luz, color y movimiento que programa Sandison - que ha expuesto varias veces ya en Max Estrella, lo que hace que la obra se adapte tan bien al lienzo arquitectónico- por eso no es de extrañar la fascinación que produce en el público, casi una víctima de toda la potencia emotiva de las palabras.

Esta videoinstalación nos muestra obras tales como El Manifiesto Comunista de Marx y EngelsLa Biblia de Rey Jaime o Sobre el origen de las especies de Charles Darwin disueltas ante nuestros ojos, en cuatro proyecciones que aumentan de tamaño y expresividad a medida que aparecen una tras otra, empezando por "Nature morte". La calavera que aparece en todas las posiciones posibles, se expande y concentra en un solo punto, y además de recordarnos la imagen de la muerte, aunque lejana a su tradicional sentido trágico, parece un hallazgo arqueológico de palabras monosílabas o muy cortas, seguramente por las que comenzó la evolución de las distintas lenguas, igual que comienza el habla en un niño. "Butterfly" simula el vuelo de una mariposa en su movimiento simétrico y en los colores contrastados, más o menos saturados: estos últimos son los protagonistas junto con los sintagmas que tiemblan, a los que confieren el poder conceptual. "Quantum foam" parece la disección, si se pudiera, de la actividad del cerebro, dejando a la vista la imaginación de la lengua, y las corrientes de pensamiento, que se repiten en círculos, que pierden datos y los toman, dando vueltas una y otra vez a "tiempo", "muerte", y otros tantos términos, siempre repetidos. Y para coronar la exposición, "On the origin of species" se proyecta en cuatro direcciones, sobre los cuatro paneles que forman la última habitación, la única cerrada, y es la pieza que más nos atrapa como espectadoras, haciéndonos partícipes de la obra. Por una parte, la suavidad de la monocromía en blanco y el ritmo lento de los puntos de luz nos relaja, y por otra, de nuevo la perfección a la hora de adecuar la obra al lugar, nos hace mirar al techo, como si se tratara de un cielo estrellado, la imagen metonímica de quien filosofa o reflexiona. Así, en un in crescendo, Sandison consigue comunicarse con la parte más humanista de quien se deja llevar al fondo de la exposición.

El escocés despliega este experimento lingüístico sobre unas paredes blancas por las que corretean las palabras que se van creando o destruyendo como si fueran células en un torrente sanguíneo en honor a su amigo David Morrison, poeta de profesión, con quien seguro divagó a cerca del origen del lenguaje, del uso de este, y de las obras literarias que nos expone, algo deformadas. Charles Sandison da vida a un organismo que nos habla sobre el propio lenguaje, el único requisito para entender su idioma es querer escuchar.


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