martes, 16 de octubre de 2012

Disidencia como estilo de vida


Andrea Sanz Sáez

Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia

Durante estos días el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia nos ofrece una exposición en la que podemos ver la influencia que dejó Artaud en el arte del siglo XX. Todos hablan de Duchamp, como padrino de lo contemporáneo y sus ready-made; la descontextualización que estos objetos sufrieron fue lo que impactó, asombró y a la vez apartó al espectador (tal y como puede suceder en la actualidad), pero lo cierto es que pocas obras permanecen hoy en día en su contexto y realizando su función original. 

Sin entender el entorno de lo expuesto podríamos tachar a los artistas y su arte de raros, locos o enfermos. Sin embargo, una verdad irrefutable es que llegan tras los vanguardistas, creídos capaces de transformar el mundo; después de una cruenta guerra, la cual descompuso todos esos esquemas que los genios de las primeras décadas del siglo XX tenían sobre la moral y las capacidades del ser humano. Coetáneos como fueron a los creadores neodadaistas, nuestros contribuyentes "artaudianos" no tuvieron la repercusión mediática como la que pudo tener el austriaco Felix Baumgartner el pasado domingo, siendo esta comparación una hipérbole y posiblemente odiosa para algunos, pero lo cierto es que Baumgartner se sintió igual de pequeño que los artistas de los años cincuenta.

Artaud dejó sobretodo su huella en el teatro, a través de sus teorías; en la poesía, con el letrismo; y también en cine, pintura y radio. En esta muestra observamos el legado de tres áreas primordiales: Francia, Estados Unidos y Brasil; la disposición y el reparto de las obras en estancias coincide con esta diferenciación entre nacionalidades. Todo ello gracias a artistas visuales, poetas, escritores y compositores.               

Cuando nos disponemos a ver la exposición, somos invadidos por una oleada de frustración, agobio y quizá desconcierto; tal y como los hombres de la caverna de Platón experimentaron al percibir la realidad y el engaño en el que estuvieron sometidos. Más tarde, comienzas a comprender todo aquello. Lo que son esas películas infernales sin coherencia ni sentido alguno entre imagen, sonido y significado; esos textos incongruentes con una simbiosis entre letra y dibujo; esas pinturas partidas que, por más que busquemos, no dicen nada. Es una vuelta al primitivismo, ansia por deshacer todo lo creado por la mano humana, vuelta por tanto a un arte que nos recuerda a los 'monigotes' discretos de Albarracín. Todo por romper con esquemas establecidos, ruptura o unión entre el ingenio del arte y lo bello de la vida.

Se busca, por otro lado, la inmersión del espectador en la obra. La obra en sí no es el resultado, sino el proceso; es donde entra el espectáculo. Casi al final del recorrido, observamos una reconstrucción del que pudo ser el primer happening de la historia, se trata de Theatre Piece #1 de Cage. En él, encontramos por ejemplo, un proyector con diapositivas en blanco esperando a que nosotros mismos las rellenemos, mientras que sentados miramos hacia a otro lado. 

Por último y como apéndice, se hace referencia al movimiento antipsiquiátrico que surgió por parte de los letristas colegas de Artaud, pues éste estuvo ingresado varios años a pesar de su clara opinión: "He estado enfermo toda mi vida y no pido más que seguir estándolo" o "Curar una enfermedad es criminal". 

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