viernes, 12 de octubre de 2012

NUNCA REAL Y SIEMPRE VERDADERO


Concepción Balmaseda Gómez-Cabrero

Antonin Artaud. Espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta. 
Museo Reina Sofía. Madrid.

Los movimientos vanguardistas de principios y mediados del siglo XX , en su intento de romper con todo lo establecido y buscar nuevos caminos para la creatividad artística, no dejaron territorio sin explorar. Es parte de la obligación de los creadores, encontrar ideas nuevas, conceptos que reemplacen a todo lo establecido. Pero aparte de la motivación puramente artística existe una inquietud  intelectual que encuentra su origen en los movimientos sociales.  Hay una rebeldía latente, un espíritu iconoclasta que refleja el desencanto por la vesania destructiva de la Primera  Guerra mundial. En el periodo de entreguerras aparecen artistas adscritos a la provocación, sea el movimiento que sea, en un intento de desprestigiar la obra tradicional. Con este espíritu inspirador nace en 1916 el dadaismo, que se definía como un movimiento  “antiartístico”. La denominación es en si misma una demostración de todo su contenido conceptual: se llamó dada por azar, al abrir un diccionario francés-alemán y caer el dedo de forma fortuita sobre esa palabra. Una suerte, si tenemos en cuenta que por la misma regla pudo llamarse imparipenné, por poner un ejemplo cinco letras más allá.
En este contexto de tensión entre política y arte tuvieron lugar grupos y corrientes de pensamiento, a veces muy minoritarios, otras muy efímeros y en ocasiones desaparecidos por sus propias contradicciones, pero también dio la oportunidad para el surgimiento de artistas reales que supieron influir en sus contemporáneos y trascender del momento.
Antonin Artaud es un surrealista disidente (rompió con Bretón en 1927 quién lo acusó de “no ver más que la materia de su propio espíritu”) cuyo pensamiento alcanzó a otros artistas en distintas áreas de la creatividad que él mismo también cultivó: teatro, cine, dibujo y radio. Incluso llegó a influir en las corrientes de la llamada antipsiquiatría (él mismo estuvo internado en diversos establecimientos psiquiátricos). Fue actor y precursor del Teatro de la Crueldad, donde la acción y los gritos forman parte del espectáculo, sin apenas texto hablado, pues el lenguaje limita la capacidad del espíritu para acceder a las sensaciones puras.
La influencia de Artaud se ve sobre todo en distintas áreas del movimiento letrista fundado por Isidore Isou y Gabriel Pomerad. Los deseos de trascender los límites del lenguaje no solo afectan al lenguaje hablado, también al escrito. Los letristas crearon nuevas combinaciones de lenguaje visual, verbal y simbólico. La pintura letrista incluía símbolos matemáticos, cuneiformes, fórmulas químicas, elementos cirílicos, hebreos, chinos, arábigos, signos inventados ¿por qué no?... , para los letristas la reinvención del lenguaje es una metáfora de la reinvención del mundo, un mundo que desaprueban (de nuevo, el orden político y social que hay que cambiar).
Llama la atención las novelas metagráficas, que siguen la propuesta de Isou de crear un nuevo sistema lingüístico que incluye pictogramas y figuras. Los egipcios lo inventaron antes, pero no estaba considerado como arte dominante por los letristas.
El cine también es un terreno en el que el cambio de planteamiento tiene que hacerse notar. También existe un lenguaje cinematográfico que se debe revisar. Artaud escribió sobre el cine, no solo teorizando, sino como guionista. La Concha y El Reverendo es el único guión suyo que fue llevado a la pantalla. En la exposición del Reina Sofía podemos ver varias películas con este nuevo planteamiento, una de ellas, dirigida por Leon Hirszmnan  en colaboración con la psiquiatra Nise da Silveira (partidaria de métodos creativos como alternativa a la lobotomía y electroshock) resulta un tanto inquietante, claro que no tanto como el film de Lemaître, Le film est déjà commencé?, en el que los espectadores participarían del espectáculo recibiendo el polvo de varias alfombras sacudidas en la planta superior y cubos de hielo.
Nadie ha dicho que el arte de la provocación sea tarea sencilla.

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