Concepción Balmaseda Gómez-Cabrero
Charles Sadison. Nature Morte. Galería Max
Estrella. Madrid.
Charles Sadison para ver su obra, primero debe
trabajar preparando complicados programas a partir de algoritmos matemáticos.
Son imágenes generadas por ordenador que antes han sido comandos integrados en
un software creado por el propio artista. Luego, la obra se proyecta por toda
la arquitectura del recinto, o bien queda confinada a una sola pared. Sadison
crea en las cuatro proyecciones de la sala Max Estrella, un universo en
continuo movimiento, de palabras, signos, conceptos y puntos que forman frases.
El observador tiene la sensación de encontrarse en el interior de una
disolución química a escala microscópica y que él es una de las moléculas que
siguen el movimiento browniano, caótico y silencioso, donde las otras
partículas son palabras que evolucionan de distintas formas, a veces creando
frases, otras de forma independiente.
El lenguaje es el producto final de la evolución y
ahí estamos incluidos nosotros. De
hecho, al espectador le resulta inevitable moverse, para poder contemplar la
proyección desde distintos puntos de vista. Desde ese momento, nos convertimos
en parte de la obra. En la pieza
central de la exposición, The Birth of
Language, donde las letras y palabras proyectadas se salen del propio
recinto invadiendo el adyacente, quién entra pasa a formar parte de la
composición y su sombra es un elemento más en el resultado plástico. Se crea
una coreografía y el conjunto es un organismo vivo que cambia sin cesar.
La programación lanza palabras elegidas en un 50% de
forma aleatoria, y el otro 50% lo hace siguiendo una pauta premeditada, por lo
que resulta complicado encontrar sentido a lo que aparece escrito. Es cuestión
de paciencia. La elección de los textos (del 50% predeterminado) en torno al
origen del hombre y de las especies, palabras que salen desmigajadas de la
Biblia y del manifiesto comunista de Marx, letras de la primera línea del
genoma humano, junto con una calavera formada por palabras (versos escritos en una calavera usada como
copa de vino de Lord Byron) que implosiona hasta reducirse al huevo cósmico
que vuelve a expandirse en un nuevo big bang, creando el ciclo del universo
pulsante, es una invitación a la reflexión. Una prueba de que el arte
conceptual, también se puede hacer huyendo de la sencillez y cuidando al máximo
cada detalle puramente formal. El resultado es estimulante y estéticamente
espectacular.
El propio autor dice de si mismo en una entrevista
que le hizo el crítico checo Pavel Bücher: “mi trabajo consiste literalmente en
colgar palabras de la pared”.
Ciertamente, y lo hace de forma difícil de
olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario