viernes, 5 de octubre de 2012

PALABRAS COLGADAS DE LA PARED




Concepción Balmaseda Gómez-Cabrero
Charles Sadison. Nature Morte. Galería Max Estrella. Madrid.


Charles Sadison para ver su obra, primero debe trabajar preparando complicados programas a partir de algoritmos matemáticos. Son imágenes generadas por ordenador que antes han sido comandos integrados en un software creado por el propio artista. Luego, la obra se proyecta por toda la arquitectura del recinto, o bien queda confinada a una sola pared. Sadison crea en las cuatro proyecciones de la sala Max Estrella, un universo en continuo movimiento, de palabras, signos, conceptos y puntos que forman frases. El observador tiene la sensación de encontrarse en el interior de una disolución química a escala microscópica y que él es una de las moléculas que siguen el movimiento browniano, caótico y silencioso, donde las otras partículas son palabras que evolucionan de distintas formas, a veces creando frases, otras de forma independiente.
El lenguaje es el producto final de la evolución y ahí estamos incluidos nosotros.  De hecho, al espectador le resulta inevitable moverse, para poder contemplar la proyección desde distintos puntos de vista. Desde ese momento, nos convertimos en parte de la obra.  En la pieza central de la exposición, The Birth of Language, donde las letras y palabras proyectadas se salen del propio recinto invadiendo el adyacente, quién entra pasa a formar parte de la composición y su sombra es un elemento más en el resultado plástico. Se crea una coreografía y el conjunto es un organismo vivo que cambia sin cesar.
La programación lanza palabras elegidas en un 50% de forma aleatoria, y el otro 50% lo hace siguiendo una pauta premeditada, por lo que resulta complicado encontrar sentido a lo que aparece escrito. Es cuestión de paciencia. La elección de los textos (del 50% predeterminado) en torno al origen del hombre y de las especies, palabras que salen desmigajadas de la Biblia y del manifiesto comunista de Marx, letras de la primera línea del genoma humano, junto con una calavera formada por palabras (versos escritos en una calavera usada como copa de vino de Lord Byron) que implosiona hasta reducirse al huevo cósmico que vuelve a expandirse en un nuevo big bang, creando el ciclo del universo pulsante, es una invitación a la reflexión. Una prueba de que el arte conceptual, también se puede hacer huyendo de la sencillez y cuidando al máximo cada detalle puramente formal. El resultado es estimulante y estéticamente espectacular.
El propio autor dice de si mismo en una entrevista que le hizo el crítico checo Pavel Bücher: “mi trabajo consiste literalmente en colgar palabras de la pared”. 
Ciertamente, y lo hace de forma difícil de olvidar.




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