martes, 9 de octubre de 2012

LeireG.Balsón -Vita.

Vita
Insolubilis Cycle
Charles Sandison
Nature Morte
Galería Max Estrella
Madrid 10.2012

     Dicen que cuando la muerte acude a tu lado ves tu vida entera pasar ante tus ojos. Algo así me sucedió al entrar en la pequeña y sencilla galería, al igual que mi vida. Pequeña y sencilla. Las diversas proyecciones que allí se sucedían me provocaron el recuerdo, recuerdo que más bien sería simple elucubración. En primer lugar, las coloradas y verdosas figuras caleidoscopitales hicieron que me imaginara el principio mismo de la vida. Miles de células y partículas, perfectamente ordenadas, siguiendo un patrón desconocido pero determinado, uniéndose o separándose, cumpliendo escrupulosamente su función a fin de crear algo tan trascendente como la vida misma, y qué sería esto sino la vida.

     Seguimos y una maraña frenética de actividad nos recibe. Joy. Happyness. Sadness. Love. Hate. Freedom. Loneliness... La vida no necesita más para se explicada. Un revoltijo de conceptos fluyendo sin pausa en un remolino de emociones. Así es la vida. Seamos de dónde seamos y seamos cómo seamos. La vida es un continuo no parar. Un iussit chaos. Así vivimos los seres humanos, hombres y mujeres, nuestro día a día. Nosotros mismos como individuos sabemos mejor que nadie los altibajos de nuestro ánimo, las emociones, completamente cambiantes, que sufrimos y volvemos a sufrir. Sentimientos y emociones que no tienen nombre y que no sabemos explicar. Muchas veces incluso no las podemos distinguir unas de otras, y es esto lo que Sandison refleja en una blanca pared lisa con un enredo paradigmático.

     En una esquina aguarda paciente la muerte. En su rincón oscuro, agazapada, esperándonos. Tardamos en descubrirla, pero es obvio que ahí está. Nos mira y nos dedica su macabra sonrisa. Y, otra vez, un barullo de palabras, aparentemente inconexas, nos reciben. He. She. Us. We. You. I. They. De lo que sacamos en claro, y como dice la canción, we all deserve to die. Puede que no lo merezcamos, pero el caso es que morir, moriremos. La contundencia es la misma. Un punto y final para el río de emociones. Los párpados que se cierran al caer la noche. Una respiración acompasada y cada vez más pesada que, llegado el momento, extingue su aliento. Aun así, Sandison nos la presenta colorida. ¿Por qué? Es simple. No debemos temer a la muerte. ¿Tememos a caso el paso de la niñez a la adolescencia? ¿O acaso tememos subir el escalón que separa adolescencia de madurez? No.  Ansiamos esos cambios. Ansiamos pasar a ese estadio superior. Entonces, ¿por qué temer la muerte? Se trata de un estadio más, ajeno a cuanto conocemos, sí, pero no es más que otra fase. Puede asustar al sernos desconocida, es humano temerle a lo desconocido. Sin embargo, es algo que está ahí y que recibimos todos por igual, nuevamente, seamos de dónde seamos y seamos cómo seamos.

    Finalmente. Paz. Después del ajetreo de nuestra creación, del fatigoso devenir de la vida y de la desconocida e insalvable muerte, paz. Suavidad, armonía y descanso. El fin que soñamos y que, por qué no, nos espera.


Leire Gambra Balsón.
Historia del Arte (110).
9 de Octubre, 2012.














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