Charles Sandison, Nature morte. Max Estrella. Madrid.
En el momento en el que te
adentras en la galería te percatas de que lo que vas a ver no es, ni por asomo,
la idea preconcebida de lo que entendemos por arte. Nos encontramos con unas
pequeñas salas en las que no hay nada, nada de lo que esperas ver… la oscuridad
te envuelve y en las paredes lisas se proyecta, a simple vista, un juego de
luces que se mueven, se deslizan y
desparecen para volver aparecer con otra apariencia.
Esta es la primera impresión que
causa la obra del escocés que trabaja con programas de ordenador y usa como
elementos constructivos las palabras en diversos idiomas, números o signos
ortográficos, sorprendiendo y sumiendo al espectador en un juego de luces y
sombras.
Sandinson coloca sus obras en
diferentes superficies y las hace moverse aleatoriamente dejando al espectador
en el medio de la obra, sumido en la oscuridad
haciéndole partícipe de lo que ocurre a su alrededor. Sus obras tienen gran carga sensorial, están
compuestas por colores fuertes y eléctricos creando imágenes potentes, las cuales cuesta dejar de mirar ya que
siempre son diferentes y da la sensación de que te pierdes algo.
En la pieza central, The Birth Of Language, el espectador se
adentra en una atmosfera de puntos blancos de los que se suceden palabras y
fragmentos de frases, en los que en un primer momento intentas buscar un
sentido, ordenarlos para sacar un mensaje claro. La sala te hace partícipe de
la obra ya que la propia sombra se proyecta en las paredes y en los cuerpos se
reflejan los torbellinos de puntos dando la sensación de ser pequeño y estar en
el centro del universo rodeado de una pequeña
constelación. Hemos dejado de ser simples espectadores para ahora ser
participes de las obras. En las paredes se “cuelga” el texto Sobre el Origen de las Especies de
Charles Darwin.
En otra de sus obras de menor
tamaño, nos encontramos frente a un conjunto de palabras multicolor, que se expanden
pareciendo un pequeño big-bang colocándose unas encima de otras para crear una
calavera, nos viene a la mente la idea de creación que nos lleva a la muerte con el símbolo de la
calavera. Este mismo esquema se sucede una y otra vez haciendo imposible para
nuestra mente no relacionarlo con el círculo de la vida. En la obra que está
justo al frente, observamos una corriente de números y palabras de todo tipo
que no guardan relación aparente, se mezclan con colores eléctricos verdes, rojos… llevándose toda la
atención intentando sacar una conclusión clara y relacionar entre si las
palabras.
En la pieza que encontramos nada
más entrar, se suceden una serie de signos ortográficos, que se reproducen
rápidamente casi como un organismo, en constante cambio mirado por un
microscopio, semejante de nuevo al comienzo de la vida.
Necesitamos ser más indulgentes
con el arte, no centrarnos en lo típicamente establecido y conocido como arte,
debemos abrir nuestra mente a nuevas técnicas y formas de expresar y captar la esencia,
dejarnos impresionar con este tipo de “obras vivas”.
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