La burla del arte y el sinsentido del sonido
Espectros
de Antonin Artaud. Lenguaje y arte en los años cincuenta.
Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía.Francisco José Pascual Orozco
Tras salir por tercera vez de visitar la exposición que
alberga el museo Reina Sofía, me doy cuenta del profundo amargor de boca que me
ha quedado tras contemplar tan desconcertantes obas. Expuestas en varias salas,
se muestra un batiburrillo de información, a cada cual mas demoledora para el
pensamiento por sus sinsentidos.
Por más que uno se informe solo logra un escaso conocimiento
de la obra, aun leyendo sobre el principal autor. Lo único claro que tengo son
las múltiples veces que lo expuesto, me dejaba sin habla y en un estado de
colapso. Nos encontramos desde un film
que nos presenta el manifiesto sobre el cine de Isidore Isou en el que explica la bifurcación entre imagen
y sonido, haciendo un cine intelectual; hasta la poesía dadaísta basada en sonidos
estrambóticos. Todo esto pasando por las imágenes de los letristas que
pretenden narrar una historia a través de un conjunto de idiomas, imágenes y
símbolos.
Recreaciones de antiguos espectáculos, videos, películas,
poesía, discursos, cuadros, todo esto nos podemos encontrar en esta exposición,
que se hace densa y pesada de ver para aquellos profanos en la materia. Se
convierte en una profusión de películas y videos que se alargan por horas, además en
unas condiciones en las que el visionado
se torna arto incomodas, que hacen que
aun se haga más difícil el concentrarse en las obras del séptimo arte.
El titulo de la exposición no podría estar mejor escogido, espectros de Artaud. Lenguaje y arte en los
años cincuenta, nos presenta eso mismo, los fantasmas de este artista, que
como una sombra se apodera de nosotros haciendo que enloquezcamos y
desesperemos con los sonidos emitidos. Los problemas mentales que Artaud tuvo,
que lo llevaron a recibir terapias de electroshock terminaron friendo su
cerebro, se traspasan a nosotros con imágenes en blanco y sonidos que evocan al
subconsciente una intranquilidad propia de la película más escalofriante que se
pueda ver. Además se acrecenta con el video que presenta a Lygia Clark,
como una especie de chaman capaz de expulsar una vagina metafórica del cuerpo
de los hombres. Esto llevaría a experimentar con enfermos mentales utilizando
su arte como un elemento capaz de reconstruir psicológicamente al individuo.
Este proceso, un tanto chamanico pone e manifiesto la delgada frontera entre el
arte y el mundo onírico y el místico. Y una vez mas el espectador se puede
quedar absorto y buscar la obra de arte en tan grande sinsentido.
Pero aquí no queda todo. Desde las películas a los sonidos e
imágenes, todo el conjunto de la exposición no hace mas que confundir y causar
un aturdimiento mental que hace que el espectador, al terminar la visita, salga
como si un peso llevase sobre la cabeza, embotándola y haciendo que lo único que
quiera es dejar de pensar por un largo tiempo.
En definitiva, visitar esta exposición no hace mas que
confundir a los sentidos y mandar señales al cerebro cada cual mas
contradictoria sobre la obra de arte.
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